La postura del crítico

Un amigo siempre me dice que críticar por criticar es igual que estar enamorado por estar contento, esta frase me parece justa para iniciar mi comentario pués lo último que podría hacer un crítico es hacer crítica sin otro objetivo que el de criticar. Los cubanos de hoy estamos ávidos de crítica y es precisamente por esa necesidad intrínseca que legitimamos a cualquier crítica sin ver más allá de la epidermis.

Es sabido que los criterios de gusto no son válidos para emitir un juicio serio a la hora de evaluar la artisticidad de una obra. A diferencia del artista, quien se deja llevar por las sensaciones en el momento de la creación, el crítico debe despojarse de toda emoción para poder analizar fríamente hasta el último detalle de la obra, pero ¿hasta qué punto el crítico puede alejarse de la obra? Es muy difícil ya que desde el momento en que se selecciona una obra para hacerle una crítica se hace porque le gusta o no al crítico.

Casi siempre cuando leemos o escuchamos el nombre del crítico sabemos cuales son los derroteros por los que transitará. Lo ideal sería que el crítico no se parcialice ni se deje llevar por su gusto personal para que analice la obra desde una postura teórica, pero la realidad no siempre es como debe ser, por esto un gran número de los que en la actualidad hacen  críticas las hacen sin medir las consecuencias de su ligereza. El público se rige por los criterios de esos pocos, que por ser personas populares, se convierten en lideres de opinión, de esta forma un análisis superficial puede enaltecer una obra con pocas cualidades artísticas o puede pasar desapercibida una verdadera obra de arte.

Por el carácter subjetivo del arte es que la critica o el análisis del arte resulta tan controversial. Mirémoslo a través de un ejemplo, para muchos críticos la obra cinematográfica del español Pedro Almodóvar es una muestra de fina ironía, para otros sus películas rallan en lo kitch.