domingo, 11 de julio de 2010

DIVAGACIONES ES UNA MAÑANA COMÚN

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué para nosotros, los que estamos rodeados de mar, se nos hacen las cosas tan difíciles? Esta mañana me he levantado con tantos por qué en mi cabeza que ha esta corta hora de la mañana ya tengo dentro varios analgésicos para ver si de esta forma los endrogo y se marchan.
Ayer escuchaba la conversación de dos amigos realizadores uno de 20 años y el otro picando ya los 60. Fue doloroso descubrir en su tertulia que los sueños del joven son las actuales frustraciones del viejo ¿Ese es acaso el destino signado para los realizadores aquí? Ruego a Dios, a Zeus, a Obatalá y hasta Humberto Solás, nuestro nuevo dios en los cielos, que haga cambiarnos esta cruz negra que nos ha marcado.
¿Cuál es la cauda de tanto infortunio? ¿Será el exceso de sal a nuestro alrededor o esa maldita circunstancia en sí? Aún no logro descubrirla. Solo puedo sentir el terrible dolor unido a una humillación que termina haciéndome sentir culpable por simple hecho de existir. El agua por todas partes me hace aborrecer mi propio ser, me convierte en un ente doloroso que intenta adentrarse en el mar y superar sus miedos. Pero no lo logro, sigo temiéndole al mar como un niño teme a sus padres. Soy mayor, soy independiente, me valgo por mi misma, ellos me deben respeto; pero aún sigo temiéndoles como si fuera pequeña. De dónde surge el miedo que tengo en mis venas, en mi génesis, en mis células, en mis átomos. No se cómo alguien puedo llegar hasta la profundidad de mis entrañas para sembrarlo allí y yo ni siquiera darme cuenta.
Miedo, dolor, impotencia, humillación es lo que sentimos. Estamos humillados por ellos, por los que pueden hacerlo, por los que rigen nuestras almas y nos cortan las alas ¿No es acaso el tiempo de emprender el vuelo? Al menos yo necesito volar sola, sin que nadie me escoja mi destino. Volemos sin que el mar se interponga en el camino. Ya es tiempo de que sea tiempo.

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