lunes, 24 de enero de 2011

Los viejos cambiaron la historia del cine ¿y los jóvenes?

Desde que me adentré en los escabrosos caminos de la realización audiovisual una duda iba y venía rondándome en mi cabeza ¿qué buscaba un creador con su obra? Las respuestas que me daba en aquel inocente tiempo eran múltiples, pero ninguna tenía la veracidad suficiente como para adoptarla como única. Y no fue hasta el año 2008 en que una de las tantas frases que se encuentran escritas en las paredes de la Escuela Internacional de Cine desvaneció ante mí el velo que mantuvo cubierta mi vista hasta ese momento. Hoy mi desmemoria corrosiva no me permite recordar quién fue el que la escribió allí pero aquellas sencillas palabras cambiaron todos los preceptos que me regían hasta ese instante: todo lo que no se ve a través de la cámara no existe. Es una sentencia muy pesada y real para dejarla pasar sin más. Ese día me di cuenta de que sobre mis hombros llevaba demasiada responsabilidad con mi generación; ese es un temor que me asalta cada vez que llega hasta mí la incipiente idea de lo que podrá convertirse en una futura obra audiovisual.

Creo que esa fue la responsabilidad que no pudo eludir Senel Paz, quien soñó y logró que naciera dentro del seno del ICAIC la primera Muestra de Jóvenes Realizadores la noche del 31 de octubre del 2000. A Senel y a los que con él se aventuraron en esta increíble empresa no les preocupaba el cine que se había hecho en Cuba hasta ese momento sino intentaban sentar las bases para el que se quería hacer. La nueva era daba pie a sacar a flote el Cine Cubano sumergido . Al igual que los años 60 los jóvenes del nuevo siglo necesitaron revelarse contra la complacencia formal, el superficialismo temático y la férrea causa ética que signó el cine hasta ese momento. En una década la Muestra de Jóvenes Realizadores ha logrado representar la unidad dentro de la diversidad creativa audiovisual de la isla, diríase que están buscando la aceptación de múltiples formas expresivas, a fin de encontrar entre estos primeros atisbos de práctica cinematográfica, lo que pudiera llegar a ser el cine nacional más próximo.

Pero, ¿existe en Cuba un audiovisual joven, verdaderamente alternativo?, me atrevería a decir que no. Son pocos los jóvenes que hoy en la isla buscan un nuevo lenguaje, una nueva estética para sus obras. Es cierto que existen buenos realizadores en formación pero esos son la excepción no la regla. La gran mayoría de las obras que se están produciendo en la actualidad tienen un acabado artesanal y una visión ingenua del mundo circundante. Los novísimos audiovisualistas o como Juan Antonio nombró la generación del desenfado se sienten consagrados con una, dos, o a lo sumo tres obras realizadas. Esta nueva oleada de jóvenes que está produciendo en la isla no encuentra, se queda en el experimento. Sabemos que la creatividad de una obra no se mide por la supuesta novedad de su tema, en tanto es demasiado certera la impresión de que todo ya se ha dicho; tampoco es la histérica manía de negar de manera absoluta lo que fue, pues nada hay más ridículo que la negación por la negación. Valdría preguntarse ¿en qué se distinguen las producciones independientes de la que promueve la industria? Aunque para muchos la dialéctica forma/contenido esté rancia sería este un buen momento para revisarla.

Es cansino participar en los encuentros de jóvenes cineastas pues estos se vuelven asambleas sindicaleras donde se analiza cualquier cosa menos la situación del audiovisual actual y las posibles soluciones. En estos tiempos se está teorizando más de lo que se está realizando, los están necesitados de encontrarse, no para debatir, sino para mostrar lo que han hecho y ver lo que se está haciendo. Creo que el problema crítico del audiovisual en Cuba no es la producción sino la proyección. Es tiempo de que las escuelas de cine provoquen el encuentro, aunque es válido destacar que ellas no son las únicas culpables de que no exista confrontación en pro de la creación. En Cuba existe un gran numero de organizaciones que aglutinan a jóvenes artistas que han dejado de cumplir su objetivo fundamental que es el de hacer que converjan las corrientes ideológicas. No son precisamente las escuelas de cine las encargadas, como muchos creen, de buscar a los estudiantes los medios para que estos puedan realizar sus proyectos audiovisuales, son los propios artistas los que deben encontrar el sendero por el que transitar; recordemos que la escuela de cine no existe para producir películas sino para formar cineastas.

Es irrefutable la vetusta crisis económica que afecta a nuestra isla caribeña, por esta razón sería bueno que los jóvenes realizadores que se inician en las lides audiovisualísticas se despojen de la antigua creencia de que el cine debe ser financiado por el estado y aprendan a producir con lo que sean capaces de conseguir, hay que tener claro que el cine es un negocio, aunque esta categoría para clasificarlo no sea la más hermosa es tan real como la de que el cine es séptimo arte. Al igual que el resto de las artes, el cine, necesita de un público que las consuma si no las películas serían obras muertas sin valor alguno. No es que trabajemos con el único fin de vender, un buen realizador es el que sabe dónde se encuentra el justo medio entre el mercado y el arte. Y es que la artisticidad en el cine es un concepto que se re- conceptualiza una y otra vez, en lo que a mí respecta prefiero el de Léster Hamlet quien nos pide que al pronunciar cine, entendamos imagen, sin distinción racial a los soporte. Entendámoslo como arte de la imagen, aunque para Miguel Coyula el cine, como formato, está condenado a desaparecer.

Lo que sí debe tener claro el realizador audiovisual de estos tiempos es que el cine requiere de gente que lo viva, lo respire, lo palpe, lo ingiera; ser realizador audiovisual o cineasta tiene una responsabilidad más grande que la de crear obras que queden bien. El realizador audiovisual debe preocuparse por su generación, por su sociedad y mezclarse en las corrientes de pensamiento de su tiempo. El realizador audiovisual no es solo un artista, debe ser un intelectual que se preocupa y ocupa por las cosas que pasan a su alrededor y contrario a lo que muchos piensan sí interviene.

Leyendo un artículo reciente me encontré la historia que narra el cineasta boliviano que refleja la situación que vive el audiovisual, no solo cubano también el latinoamericano actual: Un viejo amigo, que podría ser mi abuelo, me dijo […]: "El mundo hoy es gris. En mis épocas era o Blanco o Negro, podíamos elegir, hoy no, no hay nada que elegir". Yo me pregunto, ¿es que acaso nuestra generación ha perdido las esperanzas de cambiar el mundo? ¿Los nuevos cineastas creen hoy que el cine puede cambiar el mundo? Hoy parece algo excesivo lanzar una afirmación como la que hacía Godard en los 60: hago cine para cambiar el mundo. Si los “viejos” cineastas hacían cine para cambiar la Historia. Los nuevos cineastas ¿para qué hacen cine?

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